Localidad: Quintana del Pidio

Situada en el exterior del pueblo, en la calle de Santa María, cercana a la zona de bodegas, presenta elementos entre los siglos XV Y XVII. Está precedida por unos olmos que resaltan su atrio de portada sencilla, gótica de finales del siglo XV. Su interior coErmita exteriornsiste en una sola nave y su exterior está enfoscado. Su estado de conservación es bueno habiendo sido objeto de mantenimiento recientemente.

La ermita es un edificio más amplio de lo común en estos casos. Destaca el arco conopial de la portada, de estilo gótico tardío (finales del s. XV). Algunos comentan que procedía de la derruida iglesia de Santa Marina, de Revilla de Gumiel, trasladado hace años, al quedar abandonado dicho poblado. En el interior, su techumbre, de vigas decoradas, da un tono artístico a las paredes pintadas profusamente. El atrio, con sus tres olmos centenarios y secos, adquiere un encanto especial.

En el interior nos encontramos la talla de la imagen de la Virgen de los Olmos, de la cual cabe reseñar su mirada serena y sus manos acogedoras. Es de las llamadas "imágenes huecas" por no ser totalmente de madera, sino encontrarse vacía y con un armazón bajo los ropajes.


Las muestras comunitarias de religiosidad popular que se han ido generando son múltiples. Unida a la alegría de Pascua, los discípulos "echan" los versos a la Virgen, después que a ésta, tras el anuncio de la Resurrección de Cristo por el Ángel, se le quita el velo negro ("vaya afuera ese velo de la tristeza/ que ya viene tu Hijo con ligereza") y se le traslada en procesión a la parroquia entre cánticos de alegría.
Al ritmo de la llegada de la primavera, en mayo, se tienen las "flores" al atardecer del día, donde se hacen presentes todas las necesidades, pero particularmente los campos, que están creciendo.

Ermita interiorEl principal acto tiene lugar con la novena, en los días precedentes a la fiesta. Sobre todo, la víspera, con el canto de las letanías y la salve, donde los quintos (antes sólo ellos, varones, ahora toda la cuadrilla y los "pegaos" para hacer número) junto con todo el pueblo y tras los compases de los músicos van entonando la salve popular con más emoción que destreza, constituye el acto más popular. Después, se bajará al pueblo bailando las jotas: en el atrio, las Erillas y la Plaza: las fiestas han comenzado.

Todos ellos tienen su sabor especial, pero existe uno que, casi, podríamos decir que es el himno de la Virgen. Antaño se entonaba el día de la fiesta. Actualmente se realiza la víspera, al concluir la novena.

Por iniciativa de un grupo de señoras se acordó en reunión que la Virgen debiera tener un vestido pagado con el dinero de todo el pueblo, sin distinción de clases sociales.

Para ello organizaron una colecta popular a la que contribuyeron todos, cada uno con lo que pudo. Se recaudaron 500 reales, oscilando las donaciones entre 40 reales -que dio el pomposo matrimonio de Dña. Galaciona y D. Dámaso- hasta el real que dio aquel pobre diablo que llamaban Desorejado y que era el bufón del pueblo.Ermita interior

Terminado el vestido, la Virgen no lo estrenó ni el día de su fiesta (como estaba previsto) ni el domingo de Resurrección; sino que lo estrenó para unas rogativas que se hicieron ante la impotencia de acabar con una plaga enorme de cuquillo, que invadió los viñedos.

Pero como la fe mueve montañas y nuestros antepasados la tenían muy firme, acudieron confiados a la Virgen para pedir su ayuda. Y ahí está la Virgen saliendo de su ermita con su flamante vestido verde -color de esperanza- recorriendo durante tres días los caminos de nuestro territorio municipal. Entre rezos y cánticos (y es de fe para este pueblo) que se levantó un aire cierzo muy fuerte y un gran frío que se llevó aquella peste de mosquitos.

Después, cuando por imperativo del tiempo hacían rogativas para pedir agua, le ponían el vestido verde. De ahí que haya llegado hasta nosotros esa frase que nos sale espontánea cuando el campo necesita lluvia: Pongamos a la Virgen el vestido verde.